LA RIVALIDAD ENTRE HERMANOS

LA RIVALIDAD ENTRE HERMANOS

 Por Dra. Patricia García Mora 

Terapeuta Familiar en Supera 

5. RIVALIDAD ENTRE HERMANOSNo es extraño que el hijo único, cuando nace un hermanito, se sienta abandonado y se molesta con sus padres, busca molestar al bebé, para que sus padres tomen partido en esa rivalidad.

La mayoría de los hijos segundos aprenden enseguida cómo atraer la atención de los demás. El mayor se aísla y observa cómo todo el mundo hace caso a su hermano.

Para evitar este aislamiento, conviene enseñarle a compartir y a hacerse responsable del bienestar de su hermano menor y de la familia. Se le puede pedir que colabore en el cuidado del bebé, que traiga los pañales, le dé de comer, empuje el carrito, escoja su ropita y ayude a vestirlo. Hay que contarle que a todo el mundo le gustan los bebés, pedirle que se pongan a nuestro lado si se siente solo y, cuando la gente se vuelque con su hermanito, mostrarle nuestra cercanía estrechando su mano o abrazándolo.

Ya más crecidos, cuando los hermanos se pelean, los padres se sienten culpables, desmotivados en el cuidado de los niños. Para evitar esa sensación, al volver a casa del trabajo, antes de emprender las obligaciones, es conveniente hablar y estar un rato con cada hijo, preguntarles qué tal les ha ido el día, pedirles que ayuden en las tareas de la casa, entre otras acciones. Lo ideal sería que cada progenitor reservara un rato para cada hijo, especial, a solas, si no cada día, si con bastante frecuencia.

Los padres tratan de dar un trato igualitario a los hijos, pero cada niño es diferente y necesita que se le vea de un modo diferente. Es inevitable tratar a los hijos según  algunos factores, como el sexo. Tratan de manera diferente al niño y a la niña. Además, la edad y el lugar que ocupan en la familia influyen también en la manera en que se les trata. El mayor siempre es especial para los padres. Si bien es cierto que suele recibir toda la presión y sufrir todos los errores, también goza de una relación de privilegio. Se le da cierta responsabilidad en el cuidado del menor y en las tareas domésticas, lo que le otorga una sensación de capacidad que se prolongará en su vida adulta.

Por otra parte, el hijo segundo se suele quejar de que nadie lo quiere, sobre todo si hay más hermanos menores pero, si no se presta atención a su queja, se dará cuenta de que él también tiene su parte de atención. La mayoría de los hijos medianos se vuelven competitivos y triunfan en su rivalidad con los primeros. Los siguientes hijos se sentirán aún con menos privilegios, pero aprenderán a heredar muchos de sus hermanos mayores. Si al más pequeño se le consiente todo, tendrá un sentimiento de desvalorización. Por eso conviene enseñarle a compartir y a colaborar con los demás.

Cuando los padres dejan de sentirse culpables por dar menos a un hijo que a otro, encuentran más fácil no involucrarse en las peleas entre ellos, no intervienen y evitan que los niños los manipulen. Por eso hay que dejar que los hijos resuelvan sus diferencias entre ellos sin dar la razón a nadie. Lo mejor es salir de la habitación y pedirles que arreglen solos sus problemas. Así se pelearán mucho menos. También es conveniente tratar de que jueguen solos el mayor tiempo posible.

Si discuten, no hay que tomar partido, salvo si es necesario separarlos. En general, la intervención de los padres es un incentivo para continuar la rivalidad. Resulta asimismo beneficioso llevar a casa amigos de la misma edad. Si, ya de mayores, siguen peleándose hay que preguntarles qué creen que se debe hacer para que resuelvan ellos mismos sus problemas. Así, se les enseña a ser  responsables de su conducta. De esta manera aprenderán a respetarse y a cuidarse…luego  los «enemigos» llegarán a ser los mejores aliados.