¿DE QUIÉN ES EL PROBLEMA?

¿DE QUIÉN ES EL PROBLEMA?

 Por Dra. Patricia García Mora 

Terapeuta Familiar en Supera

En DE QUIEN ES EL PROBLEMA2el andar por la vida, los humanos nos vamos encontrando con diferentes situaciones que requieren solución. Las actitudes frente a los problemas son variables, dependiendo del tipo de personalidad de quien los enfrenta. Algunos, centrados en sí mismos y acostumbrados a que otros resuelvan los problemas que se le presentan, simplemente esperan a que se dé la solución, sin intervenir en absoluto. Otros, han vivido con la bandera de ser los salvadores del mundo y en cuanto ven una situación problemática, intervienen.  Estar al lado de quien tiene un problema es conveniente, más no el tomar su problema para resolverlo, debido a que esto le evita aprender a tomar las riendas de su vida. El aprender a asumir las consecuencias va de la mano con el desarrollo de la toma de decisiones.

Esto se aprende desde casa y desde muy temprana edad. Cuando los padres elaboran reglas para su hogar e intervienen para que el hijo las cumpla, lo único que se está haciendo es evitarle que aprenda y más aún, que se vuelva un tirano que piensa que los demás deben resolverle todos sus problemas. Para intervenir en la solución de un problema, lo primero que hay que saber es si se es responsable del mismo; si le pertenece y si la presencia del problema en cuestión le  está  afectando directamente.

El problema es propio cuando su presencia amenaza el desempeño de una función determinada, cuando se vivirán las consecuencias de la solución dada y/o la seguridad física o psicológica se ve afectada. Si no se presentan estos elementos, el problema no nos corresponde, por mucho que lamentemos que un ser querido o apreciado lo esté viviendo. Cuando el problema es de otros no es conveniente intervenir. El hacerlo es un error que se comete con mucha frecuencia, tanto en los hogares como en las escuelas. Los padres asumen como propios los problemas del niño en la escuela y los maestros, los del alumno en su casa.

En este caso el propietario del problema es el niño y es él quien tiene qué aprender a encontrar su propia solución. Padres y maestros únicamente deben guiarlo y apoyarlo. Por otra parte, algunos problemas que se presentan no se asumen como propios y se busca alguna persona cercana al niño para responsabilizarlo. Este es el caso en el que un maestro llama a los padres para comunicarle que su hijo no quiere trabajar. Es bueno que los padres conozcan la situación para revisar lo que se está dando en el hogar que pudiera provocar la situación planteada.

La falta de hábitos de sueño y alimentación pueden ser causantes de cansancio y desgano del niño en la escuela; también una situación conflictiva entre padre y madre, o alguien más que viva en casa puede quitar la concentración del niño dentro de clase. Pero, cuando todo esto se encuentra sin mayor problema en el hogar, el maestro debe buscar la forma de resolver su problema de falta de ganas de trabajar de su alumno. Por lo general el desinterés se da cuando las tareas no causan reto al niño: o son tan fáciles que aburren; o demasiado difíciles, por lo que no alcanzan a comprender y se dan por vencidos. 

Otro problema que plantean los maestros a los padres, y que no les corresponde arreglar, es que el niño habla demasiado dentro del aula. Los padres no pueden hacer nada para solucionar ese problema. Otro es el caso, de los padres de familia, quienes piden cita en las escuela para hablar con el maestro y plantearle una situación en la que lo único que pueden hacer es escucharles, más no ayudarles. A veces, los padres piden al maestro que les ayude a solucionar el problema que tienen en casa cuando el niño hace las tareas; cuando se quiere salir con los amigos; cuando no quiere irse a cama temprano, etc.

Todas estas situaciones son problemas que pertenecen a los padres y que son ellos quienes deben encontrar la forma de solucionarlos. No es nada malo buscar el apoyo de padres y maestros para que la vida del niño se desarrolle adecuadamente; al contrario, es conveniente la unión de esas dos fuerzas, pero cada uno debe resolver lo que le corresponde en su terreno. Asimismo no es conveniente intervenir cuando el problema es del niño; y dejarle aprender a resolver las situaciones que en su vida se presentan.

No se trata de decir fríamente: «este no es mi problema», sino de apoyar para que el otro tome sus decisiones y encuentre la solución que mejor le convenga. Esa es la forma como se enseña a tomar las riendas de su vida a los niños; como se enseña a que se hagan responsables de sus acciones y a que aprendan de las consecuencias de lo que han decidido. Otra forma como se interviene en la solución de los problemas que no le pertenecen a uno, es dando consejos.

Aconsejar y recibir consejos es bueno; siempre hay alguien que por su experiencia puede aportar muchos beneficios a nuestras vidas, sin embargo, cada vida es diferente; cada circunstancia distinta y no hay dos momentos existenciales iguales. Por lo mismo, no hay una receta para aplicar en una determinada situación; lo que para uno funcionó en determinado momento, para otro puede significar un terrible fracaso.  Además, si el consejo sólo ofrece una directiva a seguir, se puede responsabilizar a quien lo ha dado e incluso culparle de los resultados; la relación, en estos casos puede incluso darse por terminada. Y todo por un consejo no atinado…

Entonces, cuando alguna persona se acerque a solicitar un consejo, es bueno presentarle dos o tres alternativas y pedirle que elija; de esta forma, al menos está tomando una decisión. La mejor forma de vivir es siendo responsable de la propia vida, y eso solamente se puede aprender si, desde pequeño ha sido colocado en situaciones donde puede elegir; si desde temprana edad se le enseña a resolver sus propios problemas y a no culpar a los demás por ellos. Esto se aprende a través de los modelos que observa y a través de las formas como es tratado cuando se enfrenta a un problema.

Si se le resuelve de inmediato, no es necesario adivinar el tipo de personalidad que se desarrollará en él. No se trata de hacer que el niño sufra sino de que aprenda a pensar; por lo que estoy debe hacerse con dulzura, con cuidado y recordando que el niño tiene capacidad para resolver sus propios problemas.