EDUCAR PARA LA INDEPENDENCIA

EDUCAR PARA LA INDEPENDENCIA

 Por Dra. Patricia García Mora 

Terapeuta Familiar en Supera 

7. EDUCAR PARA SER INDEPENDIENTETodos los padres deseamos saber qué hacer para formar niños sanos, fuertes e independientes. Soñamos con un futuro prometedor para ellos en los que destacan y son felices. Esta es una tarea difícil, pero como ya sabemos, todo se aprende, y por tanto, todo se enseña. Para que nuestros niños logren ser independientes y autónomos se requiere que prueben de estos dos elementos desde muy temprana edad y depende de la educación que se les brinde.

El amor mal entendido hace que los padres no quieran que sus hijos tengan dificultades, y por lo mismo suelen anticiparse a las acciones de los niños, y no les dejan actuar o a hacer algunas otras cosas que podrían hacer solos. Los padres actúan así porque: creen que sus niños aún no tienen capacidad suficiente; para evitar que se hagan daño; por comodidad para conseguir resultados más rápidos; o porque no confían en la capacidad de reacción de sus hijos.

Es muy importante entender que los niños aprenden a ser autónomos a través de las pequeñas actividades diarias que desarrollan, en el lugar en donde se desenvuelven. Todos los niños desean crecer y quieren demostrar que son ya “son grandes” en todo momento. Por ello conviene que tanto padres como educadores les ofrezcan oportunidades para demostrar sus habilidades y aprecien el valor de su esfuerzo. Hay muchas actividades que los niños pueden realizar solos desde temprana edad, como: colocar las cosas en su lugar, recoger, guardar, quitar, abrochar y desabrochar las prendas de ropa y los zapatos, ir al baño, comer solo o poner la mesa. Todas estas acciones ayudan a los niños a situarse en el espacio en que viven, y a sentirse partícipes dentro de su propio ambiente.

 Por otra parte, todos los niños pueden y deben ser educados para ser independientes, pero todos son diferentes y tienen su propio ritmo de aprendizaje. Cada niño desarrolla capacidades de una forma distinta. Se puede pedir todo a todos, pero no se puede esperar que los resultados sean los mismos, ni al mismo tiempo. Se debe primero, conocer cuáles son las capacidades reales de cada niño, para poder ayudarle en su justa medida, y no solucionarle la tarea cuando él ya sea capaz de realizarla solo.

Es importante dar a los niños la oportunidad de experimentar, de equivocarse, de fallar o de acertar, y todo eso lleva un tiempo, según la edad y su propio ritmo de aprendizaje. Cuando el niño, frente a una tarea, diga: “yo solo”, es importante dejarle en su intento y respetar su decisión. Este esfuerzo, además de la autonomía favorece su autoestima, lo que más tarde repercute en una evolución sana en cuanto a las decisiones y las vivencias del niño en su día con día.

Por todo lo anterior hay que despegarse de la idea de sobreproteger al niño, ya que ello le vuelve dependiente en muchos aspectos y le lleva a comportamientos poco adecuados, que además desesperan, como: llorar o hacer berrinches cuando no está la mamá, no comer ni dormir cuando le falta la presencia de la madre o el padre; tener miedo o no saber jugar con otros pequeños.

Deje que su hijo intente hacer actividades por sí solo. Tenga paciencia. L paciencia que le implica tolerar el que se tarde un poco, mañana se convertirá en tranquilidad y hasta orgullo de ver a su hijo ser independiente.