EL ABURRIMIENTO
Por Dra. Patricia García Mora
Terapeuta Familiar en Supera
Lejos de lo que pudiera suponerse, el aburrimiento trae consigo ventajas. Es un tiempo privilegiado para observar, reflexionar, imaginar y crear, según lo menciona Anne Declèves.
La autora, durante una entrevista se pregunta ¿Por qué no conceder a los niños el derecho de aburrirse? Ella afirma que ¡Es una buena actividad!, para respirar, reflexionar, e imaginar.
Marie-Noëlle Tardy, psiquiatra infantil, advierte contra la tendencia actual a sobrecargar de actividades a los niños y el olvidar que también necesitan tranquilidad para soñar. En contra de las ideas preconcebidas, la inactividad es un buen estimulante, que puede convertirse en un desencadenante. Dejar que un niño se aburra momentáneamente es darle la oportunidad de encontrar por sí mismo en qué quiere ocupar su tiempo. De su sentimiento de frustración saldrá algo interesante.
Cuando el niño no tiene nada de particular que hacer, cuando no está a cargo de nadie, “beberá de sus fuentes personales”, dice la psiquiatra infantil.
El aburrimiento es un tiempo privilegiado. El niño desarrolla su mundo interior, lo enriquece y prueba sus límites. También aprende a estar bien consigo mismo y a no temer la soledad. Con ello gana en autonomía.
Es importante analizar si los niños de hoy tienen tiempo suficiente para soñar. Se considera que cada vez menos, porque se vive dentro de una sociedad en la que la acción está sobrevalorada. En la actualidad lo importante es hacer, acumular logros y obtener resultados. El tiempo que no se dedica a eso se percibe como tiempo muerto, inútil, cuando en realidad, por el contrario, hay que hacer pausas incluso dejar que el aburrimiento llegue, porque de la mano vienen la ensoñación y la creatividad.
Es alarmante cómo se recibe en consulta a niños de escasos años que acumulan hasta cinco actividades diferentes, aparte del colegio, en las que además, se les exige que destaquen. Estos pequeños se encuentran bajo mucha presión, se cansan y son presa de una gran excitabilidad porque no paran.
Es importante recordar que los niños también necesitan respirar, reducir el ritmo para encontrar el equilibrio y crecer bien. A veces es el mismo niño el que no soporta estar sin hacer nada, porque ha aprendido a estar en continua actividad. Cuando más acostumbrado esté un niño a encadenar actividades, a estar permanentemente ocupado, más perdido se sentirá cuando, excepcionalmente, no tenga nada previsto. Estos pequeños no conocen el descanso ni la delicia de disfrutar de tiempos sin hacer aparentemente nada. Llegan a temer la inactividad como una sensación de vacío.
LA pregunta es cuál es el término medio correcto, y es posible decir que está bien que un niño tenga una o dos actividades extraescolares. El hacer deporte o iniciándose en las artes le abre nuevos horizontes, se divierte, puede incluso descubrir un talento o habilidad y es enriquecedor para él. Igual que los juegos compartidos con los padres o las salidas juntos.
No se trata de dejar a un niño abandonado a sí mismo días enteros, sino de reservar regularmente un paréntesis de una hora que utilizará como quiera. Hay que enseñarle a vivir tiempos libres. Cuando un niño dice que se aburre no es necesariamente porque desee de veras una actividad. Es quizá una manera indirecta de dirigir un mensaje a sus padres de que quiere atención o un rato con ellos.
Hay que escuchar y entender su necesidad afectiva. Los padres pueden sugerir una idea para dibujar, por ejemplo, empezar con él, dejarle continuar y al final volver a admirar el resultado. Poco a poco, el niño se apropiará de ese tiempo del que dispone, afirmará sus gustos y necesidades, creará su propio universo y aprenderá a no esperarlo todo de los demás. Todo esto es esencial para su vida futura.