EL NIDO DE LA LECTURA
Por Dra. Patricia García Mora
Terapeuta Familiar en Supera
Lo fundamental de la vida se aprende en el hogar. Es un lugar abierto para el aprendizaje en donde no existen pupitres ni pizarrones. Los conocimientos se van asimilando casi sin darse cuenta. Todo lo que se dice y se hace en cualquier momento familiar permite que se graben cosas que el día de mañana se van a repetir.
La mayoría de las personas estamos conscientes que la lectura ofrece un mundo infinito de posibilidades de aprender. Los padres, cuando ven a un hijo leer se fascinan y quisieran que fuera un hábito que conservaran para toda su vida.
Pero si los niños no crecen en un ambiente familiar en donde los libros son parte de su entorno, en donde sus padres son observados leyendo, difícilmente podrán adquirir ese gusto por la lectura que todos sabemos es tan enriquecedor. Los hogares en donde los padres siempre tienen a la mano algún libro no necesitan de tareas para implantar el hábito de la lectura. Este se da por sí solo.
Hablar de lectura en el hogar es muy diferente a los espacios que se dan para este objetivo en la escuela. En los espacios académicos se aprende a leer con una rapidez adecuada, a comprender los contenidos, a sacar las ideas principales, a resumir y destacar ideas, pero eso no hace el gusto por leer.
Un alumno puede tener muy buenas destrezas de lectura y no gustarle leer. Puede tener calificaciones aceptables en ese aspecto y tomar momentos para leer con el fin de pasar su materia, pero no tomará algún libro sin ese motivo. El objetivo de leer es muy distinto en la escuela y en el hogar.
En alguna parte alguien expresó atinadamente que el hogar es para la lectura lo que la piscina para la natación. Los niños pueden aprender técnicas y estilos de natación, pero, si no tienen una piscina o un río o un mar en donde puedan nadar, los estilos se convierten en un aprendizaje inútil. Con la lectura sucede lo mismo. El hogar es el nido en el que la lectura encuentra o desencuentra eso que se llama un sentido.
Cualquier persona que se considere una gran lectora responderá que su gusto por la lectura lo adquirió de su abuelo, su padrino, su madre, etc. Podrá agregar anécdotas vividas en su infancia relacionadas a momentos vividos en los cuales los libros se encontraron presentes. Lo más seguro es que esas personas no sabían que estaban marcando al niño para que en su vida los libros tuvieran un gran significado. Tal vez lo único que ellos se proponían era pasar un rato agradable y enseñar algo al niño de manera totalmente informal. O, inclusive pude ser que hayan encontrado una buena forma de mantener quieto al pequeño contándole alguna historia que salía de algún libro. El caso es que lograban dos cosas igualmente importantes: lograr su objetivo de ese momento y sembrar el amor por las letras leídas. Esto es lo que se ha llamado el nido de la lectura o la siembra del sentido para leer.
Por fortuna, la conciencia de los beneficios de la lectura ha llevado a que en el mercado se encuentren lecturas de todos los niveles. Es fácil adquirir incluso libros de tela con imágenes y sin letras que iniciarán al niño en el gusto de encontrar algo hermoso dentro de un libro.
Si los padres, o personas cercanas y significativas para el niño, tienen el hábito de la lectura y además lo gozan, no necesitarán de nada más que disfrutar de ese gusto y compartirlo con el niño sin presiones. El podrá captar y decidirá probar por sí mismo.
El hábito de leer no se enseña como el de lavarse las manos o cepillar los dientes. La repetición constante y la explicación de los beneficios, no será suficiente. El niño, para amar la lectura debe observar ese amor en quienes le rodean y saber que en los libros se encuentran las respuestas a muchas preguntas. Si un niño duda sobre algo o quiere conocer determinada cosa y ve que sus padres tampoco saben la respuesta pero saben encontrarla en los libros, entonces él se dará cuenta que en ellos se encuentra la sabiduría y querrá buscarla por sí mismo con el correr de los años.
Las etapas que se siguen son las siguientes:
- El niño escucha la lectura de los demás y solo ve las imágenes y letras, aún cuando no sabe lo que significan.
- El niño empieza a leer con otros.
- El niño lee a otros
- El niño se embebe en su propia lectura.
Todas estas etapas se dan de manera natural y espontánea .Si los espacios de lectura se acompañan de momentos agradables y de una relación cercana, lo más seguro es que su hijo será un lector de por vida.
Para que su hijo tome gusto por la lectura….simplemente lea y disfrute de hacerlo.