ENSEÑAR A SER IGUALES
Por Dra. Patricia García Mora
Terapeuta Familiar en Supera
Sin lugar a dudas, se quieren en igual medida a las hijas e hijos, pero no se educan para ser iguales. Muchas veces se dice: “he educado a varios hijos y lo que me ha servido con uno no me ha servido con el otro, ni con el otro…”.
Cada persona, cada hijo y cada hija son diferentes a cualquier otra persona, indistintamente de su sexo. Es importante enseñar a las hijas e hijos que sus diferencias están en otros aspectos que no son sólo su sexo, en poner a su disposición las mismas oportunidades, en ayudarles a convertirse en adultos y adultas que conviven en igualdad.
No se trata de tener que hacer lo mismo con todos, sino de no marcar diferencias que puedan condicionar su desarrollo y sus oportunidades en la vida de su mañana.
Aún persisten en la actualidad algunos estereotipos acerca de lo que corresponde hacer, sentir y pensar a una niña o a un niño, a una mujer o a un hombre. Siguen existiendo profesiones consideradas de mujeres y cargos o puestos directivos o de relevancia en los que la preponderancia es masculina.
Educando desde la infancia es posible prevenir éstas y otras asimetrías y desigualdades que siguen apareciendo en la sociedad. Pero ello implica un ejercicio de atención y toma de conciencia de estas situaciones e ideas, que en una medida u otra, aún se tienen interiorizadas. Aún se piensa que el rosa es femenino y el azul masculino, que las muñecas son para las niñas y los soldados para los niños.
Lo cierto es que hay que intervenir sobre todas las áreas y agentes socializadores: la familia, la escuela y otros que resultan más inaccesibles, como los medios de comunicación.
En el entorno familiar la intervención se puede dirigir a diferentes aspectos:
- La elección y uso de los juguetes y los juegos por su importante papel en la transmisión de los valores culturales y sociales. La función como educadores es propiciar que las niñas y niños ocupen su tiempo de ocio con las actividades, juegos y juguetes que respondan a sus intereses y gustos. No se trata de que el hijo tenga muñecos o de inscribir a la hija en fútbol, sino de facilitarles estas opciones entre muchas otras a fin de que puedan elegirlas si es su deseo.
- Se tiende a pensar que la publicidad tiene un papel decisivo en lo que interesa a los hijos e hijas, y sin duda, su relevancia es mucha. Se suele explicitar claramente a quién va dirigido, reduciendo las posibilidades de que menores del sexo opuesto se sientan atraídos por un juguete determinado. Sin embargo también los adultos tienen mucho que hacer al respecto. Será más probable que los hermanos y hermanas jueguen juntos a las casitas si en el entorno familiar tanto el papá como la mamá limpian, cocinan, lavan… que si estas tareas están asignadas a uno de los dos sexos. Proporcionarles un modelo de comportamiento igualitario es de gran relevancia no sólo para el juego en la infancia sino también para el desarrollo de la corresponsabilidad. Lo cierto es que también en la edad adulta las aficiones parecen hechas para ellas o para ellos, pero quién sabe si seguirá siendo así cuando los hijos e hijas sean adultos.
- Hay que tener un especial cuidado con la televisión. Las series e incluso los dibujos continúan trasmitiendo valores diferentes para los niños y las niñas, reforzando así estereotipos sexistas. Mención aparte merecen los videojuegos en los que los personajes femeninos y masculinos suelen aparecer con unas características y capacidades absolutamente condicionadas a su sexo. La fuerza, agresividad… es atribuible a los personajes masculinos, mientras que los femeninos aparecen como un mero adorno o, en el caso de tener el protagonismo, con una imagen absolutamente incitadora y provocadora.
- También se debe estar atentos al lenguaje. Hay varios errores en el uso del lenguaje que pasan inadvertidos a causa de lo común y habitual de su uso. Otro aspecto de la dinámica familiar a analizar es la asignación de las tareas en función del sexo. Son frecuentes expresiones del tipo: “mi marido me ayuda mucho en casa” en las que de forma implícita la mujer asume el protagonismo y la carga más importante de la actividad doméstica y el hombre tiene un papel secundario, de simplemente ayuda y apoyo. En este ambiente, lo más probable es que las niñas conforme crezcan vayan asumiendo más tareas y responsabilidades que los niños y que cuando lleguen a ser adultos, se impliquen menos en esas mismas cuestiones, trasmitiendo a sus hijos las mismas consideraciones sexistas que ellos aprendieron.
- Otra posibilidad, igualmente negativa, es la atribución de determinadas funciones a la mujer y otras al hombre. Así por ejemplo, el hombre suele bajar la basura, hacer la compra mensual, recoger a los niños o reparar los desperfectos del hogar. Todas ellas actividades asociadas a habilidades o capacidades entendidas como masculinas: fuerza para cargar peso, destreza para conducir, inteligencia y habilidad…Como padres y madres, seguro que se esperan los mismos éxitos para hijas e hijos pero lo cierto es que sin darse cuenta, se les da un trato diferente e incluso se tienen expectativas diferenciadas. En el día a día, y sin ninguna intención negativa, se viven situaciones asimétricas de las que muchas veces no hay conciencia. Es importante detectar esto para convertir a niños y niñas en adultos con las mismas posibilidades y opciones.