LAS PELIGROSAS ETIQUETAS
Por Dra. Patricia García Mora
Terapeuta Familiar en Supera
Las etiquetas son marcas que acompañan a lo largo de la vida. Existen algunas de ellas que llegan a ser el sello de identificación de una persona, pero los padres desconocen hasta qué punto puede dañar y limitar a los hijos eso de estar marcados con una etiqueta, que parece imborrable aunque pasen los años.
Las etiquetas son sin duda una falta de respeto hacia los pequeños, que aunque en ese momento no quiera ofenderles, se hace y mucho. Poner etiquetas consiste en llamar a los niños de alguna forma, por alguna conducta que se considera molesta o inadecuada como “eres un chiple”, “Eres un molesto”, etc. Lo malo de las etiquetas es que el niño piensa que ese “eres” es algo que va a cargar de por vida, que nunca podrá comportarse de manera diferente y que es parte de su identidad.
Algunos adultos piensan equivocadamente que poner una etiqueta al niño le hará reaccionar y ya no se comportará de esa manera, sin embargo, poner una etiqueta a un niño no sirve para que cambie de forma de comportarse y en cambio sí se siente profundamente lastimado y menospreciado. Lo malo es que, a veces, una etiqueta logra convencer de cómo se es y conlleva el mensaje de que no se podrá cambiar. De ahí nacen los complejos.
Para ayudar al niño a que pase de un comportamiento no adecuado a uno correcto no se requieren etiquetas. Es posible ayudarles potenciando sus cualidades positivas en lugar de hacerlo con las negativas, de esta manera podrán construir una imagen buena y adecuada de ellos mismos. Además, si se le felicita cuando hace algo positivo en lugar de hacerlo cuando hace algo negativo, se estará reforzando positivamente la conducta adecuada y se repetirá en el futuro. De esta manera, el niño sentirá la confianza y el apoyo necesarios y se sentirá motivado y querido, algo imprescindible para su buen desarrollo integral.
Es muy importante entender que ningún tipo de etiqueta, ni siquiera las positivas, son convenientes. Si a un niño continuamente se le dice “eres muy listo”, él se mantendrá con el propósito fijo de demostrar que lo es en todo momento y se frustrará cuando cometa alguna equivocación, porque eso le está indicando que no está actuando de acuerdo a su etiqueta de ser listo. Si el niño actúa mostrando inteligencia, es mejor decirle “¡qué inteligentemente has resuelto esto!”, a “qué listo eres”; si ante una situación se comporta con fortaleza, es mejor decirle: “qué fuerte te has mostrado ante esto”, que “eres muy fuerte”. Cuando el niño no se comporte como se espera, en lugar de recordarle lo que hace mal o decir palabras como “siempre “ o “ nunca” es mejor que le se le diga qué debe hacer, por ejemplo: en lugar de decirle “ nunca recoges tu cuarto, eres un desastre”, surte mejor efecto decirle :” recoge tu cuarto, seguro lo harás fenomenal”. Aparte de sentir que se le tiene confianza sabrá qué se está esperando de él.
A veces, los niños aprenden a hablar en un tono de nene consentido porque se le entiende y a veces hasta se le responde en el mismo tono. Cuando avanza en edad los padres ya no piensan que es conveniente que siga hablando así y es cuando se molestan y de manera airada le contestan “¡no hables chiple!”. Esta no es la mejor forma de eliminar ese aprendizaje. Si el niño se dirige hablando en ese tono, conviene decirle: “sé que me quieres decir algo importante pero en ese tono no lo entiendo, ¿me lo puedes volver a decir?”, recuerda Isabel Gallardo, psicóloga de un centro de orientación familiar en Sevilla. Para eso no sirve la etiqueta, que es como una sentencia. La forma de utilizar el lenguaje es haciendo referencia a las conductas, no a la persona, y escuchando y poniendo palabras a la emoción que hay detrás, especialmente a esa edad.