LAS TAREAS DEL HOGAR
Por Dra. Patricia García Mora
Terapeuta Familiar en Supera
Conforme van avanzando en edad, los hijos van adquiriendo conciencia de que son parte de un núcleo de convivencia en el que participan. En cada hogar se establecen normas de funcionamiento y una forma especial de organizar las labores domésticas, de acuerdo a las características de cada familia.
Es muy importante que dentro de esas funciones se incluyan a los niños, no como obligaciones impuestas sino como acuerdos mutuos de cooperación, lo que poco a poco se va convirtiendo en un hábito.
La colaboración es parte del desarrollo moral del niño mismo que se establece de manera continua. La conciencia del bien y del mal y la percepción de los sentimientos y valores de los demás se producen de forma constante. Por ello es conveniente determinar un orden progresivo en las labores del hogar, según la edad y sus características de desarrollo. Eso ayudará al niño a sentirse más seguro de sí mismo y a no angustiarse por el temor a perder el amor de sus padres, cuando le desaprueben lo que hace por no hacerlo bien.
En opinión de los investigadores, hasta los niños desde los 2 años pueden colaborar ayudando a un adulto a hacer la cama, colocando las almohadas, por ejemplo. A los 3 años los niños ya pueden recoger sus juguetes con supervisión. No hay que esperar que salga de ellos, sino que los adultos deben proponérselo. Un poco más mayores pueden hacer tareas que beneficien a toda la familia, como pasar la aspiradora, tirar las basuras, recoger los trastes, poner la mesa, etc. Los niños llevan mejor la realización de tareas si ven que todos los miembros de la familia se involucran.
Alrededor de los 6 años, el pequeño ya puede cuidar y organizar sus actividades y pertenencias. El niño se orienta ya temporalmente, aprende la hora que es, y es capaz de reconocer la ruta que le lleva a su escuela, a casa de los abuelos, amigos, etc. Es a partir de esta edad cuando se considera ya con capacidad para responsabilizarse de su horario escolar, de llevar mensajes, escoger lo que necesita en la escuela, tener dinero, ir a comprar algo, etc.
El dar pequeñas responsabilidades en algunas de las tareas cotidianas es de mucha utilidad para que el niño logre sentirse más seguro de sí mismo y a pensar que los demás pueden confiar en él.
Por otra parte, en vez de ordenar las tareas, es más agradable para ellos si las hacemos divertidas. ¿Por qué no poner música mientras se limpia la casa, por ejemplo? Esto funciona, especialmente, cuando los niños son más pequeños, ya que toman las tareas como una diversión y no como un castigo.
También es importante comprender que el niño está aprendiendo y no se debe esperar la perfección. A veces los padres esperan que sus hijos aprendan enseguida lo que se les enseña y lo hagan perfectamente; se olvidan que el niño no tiene las mismas capacidades que ellos; se alteran cuando su hijo es lento, torpe, pierde memoria, se bloquea, llora y se opone a lo que se le exige. Acto seguido se molestan, regañan y lo único que se consigue es lastimar la relación. Con eso la brecha entre padre e hijo se abre tanto que no hay posibilidad de formar ni enseñar nada.
Con lo anterior es posible entender la importancia de que el niño participe como miembro de una familia realizando tareas en colaboración, pero también que los ingredientes principales son la paciencia y la tolerancia, así como comprender que la perfección no es algo que se puede esperar de quien apenas inicia su entrenamiento.