¡MI HIJO NO COME!

¡MI HIJO NO COME!

 Por Dra. Patricia García Mora 

Terapeuta Familiar en Supera

MI HIJO NO QUIERE COMEREsta afirmación es escuchada más veces de las que puede suponerse. Si esto fuera cierto, nos encontraríamos que hay un gran número de habitantes sobre esta tierra que no requieren de alimentación, puesto que pueden sobrevivir por muchos días , semanas o meses incluso, sin probar bocado.¿Será posible eso?

La falta de apetito es un problema de comportamiento bastante frecuente y más fácil de resolver que otros.  Hacer que un niño coma forzado es la mejor forma de causar de trastornos de la alimentación en el hijo. Los niños aprenden que pueden derrotar a sus padres en sus esfuerzos por hacerlos comer y se dan perfecta cuenta que las horas de comer son las mejores oportunidades para llamar la atención. Mamá y papá dejan de lado cualquier cosa cuando el hijo no quiere comer y suplican, hacen juegos, regañan…hacen de todo con tal que el hijo coma. ¿ No es esto una enorme atención?

La mayoría de los problemas del apetito comienzan entre los seis y los dieciocho meses de edad. Es ésta la época en que el niño se encuentra desarrollando su independencia de carácter y su resistencia para ser dominado. Al principio no es falta de apetito; simplemente están probando a sus papás.

Después del primer año de vida el apetito disminuye de una manera natural. Esto se debe a que el crecimiento es más lento y el cuerpo requiere menor cantidad de alimento. Asimismo el niño se vuelve más selectivo en lo que le agrada comer y rechaza alimentos que antes aceptaba. También, el hábito de darles galletitas, dulces , etc., por supuesto que ayuda a que el apetito se vaya.

El caso es que el hijo no quiere comer y los padres se angustian. Ante ello inician la presión para que coma. Es muy importante saber que no se debe presionar a nadie para que ingiera los alimentos que no le son de su agrado. Para que aprenda a comer de todo no es esta la forma de enseñarlo. Si el niño rechaza un alimento, retíreselo y más tarde vuelva a ofrecérselo.  Muchas veces el niño se pierde de probar algunos alimentos y los rechaza sin saber a qué saben. Esto es porque existe algo más en él que le disgusta; puede ser el olor, la presentación, la combinación de sabores, etc.  Si no se le forza, llegará el día en que por propia decisión lo probará y entonces podrá asegurar si es o no de su agrado.

Si el niño ha estado enfermo, lo más normal es que se resista a comer. A todos nos pasa. Perdemos el apetito por completo cuando nos sentimos enfermos. Seguramente habrá una ligera pérdida de peso, pero no hay motivo de preocupación por ello. El niño se recupera de una manera asombrosa y en menos tiempo del esperado. Si dejó de comer, lo volverá a hacer en cuanto se sienta mejor y lo necesite; el obligarle a ingerir alimentos en ese momento, además de no obtener un buen resultado, propiciará que aborrezca el alimento en especial que en ese estado se le está obligando a comer. Hará una asociación entre cómo se siente y el alimento en cuestión.

Es importante que el hijo logre asociar la idea de la comida con sensaciones agradables. Por esta razón debe encontrarse con una actitud amistosa y cariñosa mientras se le alimenta.

Llega el momento en que el niño quiere probar alimentarse por sí solo; si insiste en hacerlo, lo mejor es dejarle que lo haga. Si se ensucia la ropita, se mandará a lavar y asunto resuelto. Si desea que su hijo tenga trastornos alimentarios, use las amenazas, los castigos y los sobornos. Funcionan de maravilla.

Todos los seres humanos requerimos de distintas cantidades de alimento. No podemos esperar que dos niños, aún cuando sean de la misma edad y estén pasando por los mismos procesos de desarrollo, coman la misma cantidad de alimento. Es bueno ofrecer comida en  porciones, para conocer la cantidad que requiere y con la que se siente satisfecho el niño. Si la termina y pide más, puede servírsele nuevamente, hasta conocer la cantidad que le deja sin hambre.

Algunos niños necesitan comer mucho más que otros para lograr un aumento de peso promedio. La cantidad de alimento que un niño come está  relacionada con su personalidad y su apetito varía de comida a comida y día tras día. Es necesario recordar que todas las personas nacemos con un apetito que es suficiente para suplir las necesidades vitales. Los gustos o los desagrados deben ser respetados dentro de lo razonable y nunca es necesario persuadir ni forzar a un niño a comer.

Los horarios de las comidas son importantes. El cuerpo se acostumbra a pedir alimento a una hora determinada si hay horas establecidas. Cuando no existe este tiempo determinado, muchas veces los niños no tienen hambre a la hora que se les ofrece alimento o al contrario, se mueren de hambre y no hay comida lista para ese momento Los alimentos se deben ofrecer cuando el niño está más hambriento y evitar la comida chatarra o alimentos de poco valor nutricional.

Los refrescos o jugos muy azucarados son innecesarios desde el punto de vista alimenticio. Está comprobado que producen gases, poseen demasiada azúcar, quitan el apetito, crean hábito y contribuyen a la formación de caries.

Antes que querer resolver problemas de alimentación de sus hijos, prevea haciendo de la hora de comida un momento tranquilo y sin presiones; tenga un horario establecido y respételo siempre. Introduzca un nuevo sabor a la vez y si no es del agrado de su hijo no haga tragedia; eso provocará que el  niño asocie ese alimento con un mal momento o tal vez le guste ver la cara que pone usted cuando está en gran disgusto y solo por volver a verle así, se negará a comer.

El tiempo es la mejor solución para los problemas de alimentación. Los expertos mencionan que la mayoría de los trastornos alimenticios se deriva de modelos inadecuados de paternidad. Si ya está instalado el problema en casa, el mejor tratamiento es suprimir todos los intentos de forzar al niño a comer. Una vez que el niño se da cuenta que ya no causa tanto alboroto ni llama tanto la atención, deja de rechazar la comida.