SÍNDROME DEL EMPERADOR

SÍNDROME DEL EMPERADOR

 Por Dra. Patricia García Mora 

Terapeuta Familiar en Supera 

3. SÍNDROME DEL EMPERADORLa sobreprotección es uno de los criterios equivocados más comunes en la crianza y educación de los hijos. Sobreprotección a los hijos es evitar que vayan asumiendo los deberes, libertades y responsabilidades propias de su fase de desarrollo, con la intención de que tengan una vida más fácil, cómoda, feliz, sin riesgos. La consecuencia de ello es que el niño no aprende a desenvolverse con normalidad en las circunstancias habituales y cotidianas, las cuales tendrá que afrontar necesariamente el día de mañana.

Muchas veces, además, en los padres hay una segunda intención que se mueve en la frontera de lo consciente y lo subconsciente, y es la comodidad que les supone eximir de riesgos a los hijos al no tener que estar pendientes ni preocuparse por los mismos. Esto es más frecuente en la adolescencia. En algunos casos hay una tercera intención, la cual es sabotear el natural proceso hacia la independencia del hijo por existir algún tipo de dependencia patológica de él, de modo que se le hace anormalmente dependiente para tenerlo siempre cerca.

El hijo siente, en principio, seguridad y comodidad con estas situaciones; y las acepta en forma consciente, pero inconscientemente se está iniciando un proceso de tácita rebeldía y de pérdida de autoestima. Ello es debido a la sensación de infravaloración por la falta de reconocimiento por parte de los padres, así como de las crecientes capacidades y necesidad de autonomía que se experimenta a lo largo del desarrollo.

La sobreprotección, el dar demasiado y no poner límites son factores para crear hijos con el síndrome del emperador, problemática que en algunos casos llega a transformarse en violencia de hijos a padres.

A pesar de que cueste trabajo aceptarlo, Fernanda de la Torre, coautora del libro Cuando los hijos mandan, menciona que existen hijos que actúan como tiranos con sus padres, les pierden el respeto, los maltratan sicológicamente y en algunos casos hasta llegan a golpearlos.

No es fácil conocer la verdadera dimensión del problema debido, argumenta, a lo difícil que es para los padres aceptar que son víctimas de la violencia a manos de sus propios hijos, por eso la justifican o de plano la niegan.

La autora afirma que: “Al igual que en otros casos de violencia no es un fenómeno que se presenta súbita e inesperadamente. Al contrario, va escalando poco a poco. Se inicia con una falta leve: un grito al abuelo, al padre o a la madre. Después pasa a un berrinche desproporcionado en el que arroja objetos o una patada hasta que pierde el respeto que debe imperar en la relación de padres e hijos y se llega a agresiones tanto físicas como sicológicas.

La sobreprotección explica parte de la problemática, pero ésta va más allá de cubrir al niño que no tiene frío o permitirle un berrinche, es también darles más de lo que necesitan y no poder decirles no, simplemente “porque son chiquitos” o “porque más tarde aprenderán”. De esta manera, los niños imponen sus deseos ante sus padres sabiendo que las pataletas y los llantos siempre les servirán para cumplir su objetivo.

Sin embargo, es muy importante comprender que el hecho de no poner límites y enseñarlos a respetarlos los puede convertir en personas egoístas, egocéntricas, ya que creen que el mundo gira a su alrededor, así como intolerantes y crueles. Incluso puede llevarles al camino de la violencia con sus propios padres, a los cuales no aprenden a respetar y por ende se presenta la ausencia total de una autoridad que podrá conducirlos a una educación en valores.

La sobreprotección que se puede prevenir y evitar los problemas que de ésta se derivan, educando con cariño y firmeza desde que están en la cuna y nunca confundir la atención y el cariño con ceder a todos sus caprichos. La autora vuelve a intervenir afirmando que: “La labor de los padres no es cumplir todos los caprichos de sus hijos sino enseñarles el camino para que entiendan y encuentren que la verdadera felicidad no es tener un juguete en el momento que quieren”. Continúa con el siguiente argumento: “Educar no es fácil. Generalmente queremos dar lo mejor a nuestros hijos. Muchas veces hasta nos excedemos de nuestras posibilidades económicas para cumplirles un capricho. Esto es un error. Los límites deben existir, y si se transgreden, debe haber consecuencias. Tenemos que recordar que somos libres para elegir muchas cosas, pero no podemos evitar los resultados de nuestras elecciones”.

Es muy importante comprender que la educación en casa es tan poderosa que es capaz de evitar que un niño con tendencias sicopáticas se convierta en un criminal, pero también que quien no tenga dichas tendencias termine haciéndolo.

Algunos estudiosos de la materia indican que el hecho de que el niño tome el camino hacia la criminalidad o no dependerá de que logre interiorizar algunos límites y valores. Se asegura que un niño es violento es porque seguramente ha visto esa forma de actuar o porque no han tenido una figura de autoridad que les muestre un seguro camino a seguir en su desarrollo. Con ello se establece que tanto la paz como la violencia son semillas que se siembran en casa.