VIGILAR ANTES DE CASTIGAR

VIGILAR ANTES DE CASTIGAR

Por Dra. Patricia García Mora 

Terapeuta Familiar en Supera  


9. VIGILAR ANTES DE CASTIGARVigilar se refiere a estar alerta, a observar lo que sucede en el entorno. Esta acción es de suma importancia para conocer la realidad de lo que sucede con la mayor cantidad de elementos posibles.

Se trata en este caso de observar qué sucede cuando un comportamiento se emite. Se entiende por éste una manifestación externa de una situación interna. Es decir, una conducta no aparece nada más porque sí, sino que trae como antecedentes una gran variedad de pensamientos y emociones que se instalan en el interior de la persona, lo que hace que se produzca una acción.

Se ha dicho con anterioridad, de manera general, el que son los pensamientos los que generan emociones y éstas las que disparan las conductas y en esta sesión conviene revisar con mayor profundidad para una mejor comprensión de tal afirmación. Se puede analizar esto a través de un sencillo ejemplo:

El hecho o suceso es que el niño no quiere comer. Al darse cuenta de esta situación, de inmediato se manifiesta internamente un pensamiento, que en este caso pudiera ser: «si mi hijo no come se va a enfermar y seguramente eso indica que no soy un buen padre (buena madre)». Casi sin darnos cuenta, ese pensamiento produce una emoción, que pudiera ser en este caso angustia y/o desesperación. La acción que se presenta después serían gritos y presión para que el niño coma. Incluso pueden presentarse amenazas de quitar privilegios si no hace lo que el padre o madre ordenan y esperan. ¿Qué sucede en ese momento entre padre (madre) e hijo? La relación entre ambos se lastima.

Ya se ha comentado antes ese hilo conductor del pensamiento a la acción y si en ese primero es en donde se inicia todo, podemos entender  que es en ese momento en que se presenta la posibilidad de hacer un cambio. De tal forma que tomando el mismo ejemplo anterior, ante el mismo hecho de que el niño no quiere comer, se puede cambiar el pensamiento y determinar que el niño en ese momento no tiene hambre o simplemente no le apetece comer. Esa clase de pensamiento puede generar una emoción diferente al caso anterior. Puede ser que se comprenda y se instala tranquilidad porque no pasa nada.

La acción subsecuente por tanto será más asertiva, como por ejemplo el esperar un tiempo prudente, preguntar al niño si no desea comer y ante su negativa simplemente retirar la comida y mencionarle que en la siguiente hora de comer podrá hacerlo. Con esta actitud no se hacen necesarios ni los gritos ni los insultos y la relación se mantiene intacta. Nadie se ha lastimado.