Este es un tema fascinante y al mismo tiempo inquietante para los padres. Por una parte, ofrece un recuerdo de lo vivido en la infancia cuando las hadas, los gnomos y tal vez algún héroe por ahí inventado eran compañeros de gratos momentos. Sin embargo, cuando de los hijos se trata y escuchan o se dan cuenta de una relación especial del hijo con algo inexistente, se genera inquietud, ¿será normal?
Desde que el niño tiene unos tres años hasta llegar inclusive a los diez, la imaginación es algo que crece y se desarrolla. Unos con mayor intensidad que otros, pero todos pasan por esa etapa. En esa edad ellos cuentan sus cosas sin temor. Es una forma de expresar sus deseos.
La fantasía es necesaria para desarrollar la creatividad y para hacer ciertas compensaciones. Con ella, los niños se ven como héroes y las niñas como princesas y son felices. Además, en esas representaciones aprenden roles. Los niños saben que los héroes son valientes, las niñas que las princesas son educadas.
Vivir cerca de un niño es estar en contacto con esa enorme capacidad creativa e imaginativa.
Su mundo es de fantasía y juego y en él dota de personalidad a objetos; los animales cobran humanidad; cosas, animales y personas interactúan libremente. Una taza puede hablar y un animal da consejos, mientras que el ser humano tiene una fabulosa capacidad para comunicarse con ellos.
Si nos remontamos a nuestra niñez o a la de otros adultos; si leemos de las vidas de grandes autores, todos de alguna manera tuvimos un amigo imaginario o muchos de ellos. Cuando se es niño existen seres como Santa Claus que es un viejito que trae juguetes y en ocasiones puedes jurar haberle visto en la noche de Navidad colocando los juguetes al pie de un hermoso árbol; hay también un ratoncillo amistoso que le encanta pagar a cada niño por cada diente que pierde y coloca una moneda bajo la almohada. Los mismos padres nos encargamos de crear personajes y dar vida a los protagonistas de los cuentos que les narramos.
Muchos conservan a su amigo imaginario de la infancia y lo convierten en un personaje confidente a quien se escribe en un diario o a quien se le cuentan penas y alegrías.
En la literatura y en las vidas de grandes personajes se encuentran amigos imaginarios que llegan a ser partes muy importantes. En un artículo reciente se mencionaba que Anna Frank tuvo una relación hermosa y muy fuerte con Kittie. Mantuvo una comunicación por escrito con una amiga imaginaria a quien le dirigió las cartas de su diario íntimo. Kittie era un personaje que solo Anna Frank conocía. Ella lo había creado porque necesitaba de alguna manera sentir que se dirigía a alguien al escribir. Requería tener una compañera a quien compartirle sus secretos más íntimos y todo lo que ella escribía. Fue su compañera para su creatividad.
Por estos motivos y algunos más – necesidad de compañía, de proyección (poner o ver desde afuera aspectos de uno mismo), de creación constante, de diversión, de atribuir un significado a la realidad, de crecer- los niños comparten su infancia con amigos imaginarios.
Generalmente las niñas son más comunicativas al respecto, debido a que la misma cultura permite a las mujeres jugar con la fantasía. Lo hacen en las casitas, la escuelita, las muñecas, etc. Pero eso no significa que los varones no tengan estos amigos. Ellos necesitan también de sus compañeros para poder liberar su expresión sin temor de avergonzarse.
Los amigos imaginarios viven todo lo que el niño desea que viva. Puede ser que les permitan existir por toda la vida, aunque lo más probable es que los dejen olvidados cuando encuentran personas a su lado que le permitan expresarse sin ser juzgado.
Burlarse o mostrar preocupación por la “existencia” de amigos imaginarios de los hijos es colaborar para que los escondan y tal vez les den más “vida” porque con ellos se sienten más comprendidos.